Cuando una persona experimenta la culpa su forma de expresarse a la defensiva es atacando y/o justificando sus actitudes culpando a otros.
NEUROSIS Y PSICOSIS, ¿DÓNDE EMPIEZA LO ANORMAL? Entrevista a J. Lacan
PSICOLOGÍA BÁSICA: ¿QUÉ SON LOS MECANISMOS DE DEFENSA?
Gracias, Desqbre – Psicología y Formación
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Los mecanismos de defensa (o estrategias de afrontamiento) son procesos psicológicos automáticos que protegen al individuo frente a la ansiedad y las amenazas externas (como una situación embarazosa) o internas (como puede ser un recuerdo desagradable). El individuo suele ser ajeno a estos procesos.
TIPOS DE MECANISMOS
Estos mecanismos han sido divididos en niveles:
Mecanismos que provocarán una óptima adaptación ante acontecimientos estresantes:
- Afiliación: El individuo, ante una amenaza interna o externa, busca ayuda y apoyo en los demás.
- Altruísmo: El individuo se enfrenta a conflictos emocionales dedicándose a satisfacer las necesidades de los demás.
- Anticipación: El individuo, ante amenaza interna o externa o conflicto, anticipa las consecuencias y considera de forma realista soluciones alternativas.
- Autoafirmación: El individuo se enfrenta a conflictos emocionales expresando directamente sus sentimientos de forma no manipuladora.
- Autoobservación: El individuo se enfrenta a amenazas internas o externas reflexionando sobre sus propios pensamientos, sentimientos, motivaciones, ……
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COMPLEJO DE JONÁS – Falta de confianza en las propias capacidades
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La Neurosis de Clase, ¿es la patología de la postmodernidad? Por Silvia Pérez Fonticiella y Mario A. Valdez. (*)
¿Qué es la neurosis de clase ?
Para Laplanche y Pontalis (1971): “El psicoanálisis define a la neurosis como una afección psicogénica, cuyos síntomas son la expresión simbólica de un conflicto psíquico que tiene sus raíces en la historia infantil del sujeto y constituye compromisos entre el deseo y la defensa.”
De Gaulejac acuñó el término: “Neurosis de clase”, para describir cómo se establece en la subjetividad, un vínculo muy estrecho entre la trayectoria social de las personas y las dificultades psicológicas que enfrentan, debido a los fenómenos de movilidad social que caracterizan a la sociedad actual. Estos fenómenos de desplazamiento social pueden tomar formas diversas: cambios de oficio ligado a fluctuaciones de la producción, cambio de la zona de residencia en procura mejores opciones o también ligado a procesos de ascenso y descenso social, entre otros casos, pero que muchas veces implica abandonar el lugar de origen con largo tiempo de arraigo.
La denominación neurosis de clase no se refiere a una patología de grupo ni a una patología de la sociedad en su conjunto; las neurosis siempre son individuales, aunque en determinado momento algunas clases sociales pueden desarrollar síntomas neuróticos entre sus miembros. Se trata, en general, de un cuadro clínico característico de los individuos cuyos trastornos se relacionan consciente o inconscientemente con un desplazamiento social.
Para de Gaulejac, el término Neurosis de clase especifica un conflicto que emerge de la articulación entre la historia personal, la historia familiar y la historia social de un individuo. Por lo tanto, el término se utiliza metafóricamente para describir un tipo de funcionamiento psíquico y no un tipo de funcionamiento colectivo; tampoco es una tipificación nosográfica, sino que tiene valor descriptivo. Por su parte, para comprender el desarrollo de los trastornos neuróticos, tenemos que manejar la noción de estructura y la noción de conflicto: Una estructura es un sistema de transformación que incluye leyes y que se conserva y se enriquece por el juego mismo de las transformaciones; la estructura incluye totalidad, transformación y autorregulación. (Ej. El aparato psíquico). La persona es una estructura, un conjunto organizado de partes interdependientes, regido por el equilibrio interno y el ajuste externo y por ello, tiende a la coherencia y a la permanencia.
En cuanto a la noción de conflicto, se caracteriza por la oposición en el sujeto de exigencias internas contrarias. El psicoanálisis considera al conflicto como constitutivo del ser humano. Por lo tanto, hay neurosis desde el momento en que los conflictos relacionados con la trayectoria social y los conflictos relacionados con el desarrollo psicosexual, se apuntalan recíprocamente y generan un fortalecimiento mutuo.
La psiquis actúa como un filtro que toma de lo social algunos elementos que le llevará a mantener inhibiciones, reforzar defensas y amplificar conflictos internos; recíprocamente, los conflictos sociales a los cuales se ve confrontado, dan forma a su personalidad y resuenan en su funcionamiento psíquico sin que pueda establecerse al respecto, una anterioridad de las influencias. La neurosis se instala por oleadas sucesivas y el individuo, desde su nacimiento, está inmerso en las relaciones familiares y sociales que condicionan su desarrollo psíquico. De esta manera, la neurosis de clase es al mismo tiempo el producto de conflictos sexuales, relacionales y sociales, que se sostienen unos a otros mediante un sistema de influencia recíproca.
Lo que diferencia a la neurosis de clase de las demás formas de neurosis, es la importancia de los conflictos relacionados con el desplazamiento social. El individuo vive un desfase conflictivo entre su posición objetiva y su posición subjetiva, desfase que influirá en su desarrollo psíquico hasta llegar incluso, en algunos casos, a provocar trastornos mentales. Es decir que la neurosis de clase es una forma de neurosis clásica (trastorno psíquico) en la que los factores sociales jugaron un factor esencial; el desclasamiento es en estos casos, uno de los componentes troncales del conflicto inicial que provoca la neurosis. Algunas de las manifestaciones clínicas que caracterizan a este tipo de neurosis son: sentimiento de culpa y de inferioridad, dificultades en la tramitación del Edipo, profusa actividad fantasmática sustentada por el modelo de la novela familiar, como mecanismo de defensa frente a la inferioridad social, aislamiento, repliegue sobre si mismo, entre otros.
La génesis social de los conflictos psíquicos.
Es importante señalar el carácter autónomo y a la vez heterónomo de los procesos sociales y los procesos psíquicos, pues si bien cada uno obedece a sus propias lógicas y mecanismos específicos, ambos interactúan retroalimentándose permanentemente. En el período de latencia el niño desplaza sus relaciones e identificaciones con los padres, hacia modelos aportados por el contexto próximo a su núcleo familiar de origen: profesores, amigos y otros adultos, quienes le proveen patrones éticos, sociales, físicos e intelectuales, sobre los cuales erigir nuevas identificaciones.
En su obra “El yo y el ello”, Freud señala que cuando las identificaciones del “yo” con los objetos sexuales se vuelven demasiado numerosas o intensas, además muchas veces incompatibles unas con otras: “nos encontramos en presencia de una situación patológica (…) que puede producir una disociación del <yo>.”
Especialmente a partir de la latencia, el niño percibe con mayor agudeza las discordancias sociales o ideológicas como pares de opuestos, cartografiando al mundo en dos regiones: “los de adentro”, constituidos por su familia y “los de afuera”, quienes siempre parecen mejor que “los de adentro”; el compañerito de banco tiene los mejores padres, la comida en otra casa sabe mejor; de este modo se produce una paulatina desvalorización de los padres, un desinvestimento que tiene como función hacerlo más permeable a la oferta simbólica de la cultura. El niño habrá de elegir entonces entre dos mundos, situación que lo llevará, inconscientemente, a “odiar” a sus padres para poder ser un sujeto de la cultura e integrar nuevas identificaciones.
Para De Gaulejac, será precisamente en esa elección cuando se arraiga el proceso de disociación del “Yo”, del que hablaba Freud. Para el aprendizaje, este es un momento crucial, ya que abandonar en parte las identificaciones originales le permitirá hacer su entrada al mundo del “saber”, de la cultura, del poder, un mundo donde presupone que “existe una unidad y una coherencia entre las satisfacciones narcisistas, las relaciones objetales y el reconocimiento social.
Se producen así tensiones entre el “Yo” y el “Súper-yo”, generadas en la dificultad para identificarse con padres invalidados, padres que se vuelven objeto de amor y de odio a la vez, situación que promueve finalmente en el niño, ambivalencia y culpa. Por su parte, las tensiones entre el Ideal del yo y el yo, debido al choque de modelos ofrecidos: los padres y los modelos del contexto exogámico: mundo rico/mundo pobre, mundo culto y distinguido/mundo pobre e inculto, provoca sentimientos de inferioridad y humillación, por el temor a no estar a la altura de la situación. Por su parte la tensión que se produce entre el Superyó y el Ideal del yo, debido a que el primero tiende a la obediencia y sumisión, y el segundo a cuestionar e invalidar las imagos parentales, produce disociaciones y desdoblamiento en el Yo.
Para Vincent de Gaulejac, los fenómenos de movilidad social descriptos por Bourdieu en varias de sus obras, se han acentuado. La exigencia de movilidad impuesta por el mercado laboral, ha llevado a que cada vez más personas tengan que adaptarse a universos sociales diferentes y a tener que enfrentar reconversiones subjetivas, a la vez que desarrollar estrategias de afrontamiento de los conflictos que generan esos desplazamientos.
Los procesos de dominación que en la sociedad industrial estaban estructurados en torno a las relaciones de “clase”, se ven agravados debido al desarrollo de lo que de Gaulejac ha denominado: “la lucha de los lugares”[1]; este fenómeno se produce en las sociedades híper-modernas donde las diferencias entre las clases sociales se hacen menos visibles debido a que tienen demarcaciones más lábiles o inestables y se vincula a la lucha por el lugar social, por la visibilidad, por la adquisición de una “existencia social” que permita al individuo superar la precariedad profesional, la vulnerabilidad y los conflictos de identidad que los procesos de promoción o regresión social producen en su psiquismo.
De Gaulejac define entonces la neurosis de clase como el cuadro clínico que caracteriza a los conflictos psicológicos vivenciados por individuos que cambian de posición en el espacio social. Es decir que no habría un vínculo entre la posición de clase y tal o cual síntoma, sino entre la evolución de las relaciones sociales y los conflictos psicológicos que se plantean los individuos. La sociología clínica propone una perspectiva que permite captar aquellas condiciones sociales como los antagonismos, la lucha por los lugares, las lógicas de segregación y las sutiles relaciones de poder que topografían el espacio social y que se tejen en un entramado conjunto con los conflictos psíquicos que toman su forma singular en cada individuo de un contexto socio-histórico-cultural y económico determinado.
Freud plantea que el sentimiento de inferioridad tiene fuertes raíces eróticas y que:
El niño se siente inferior cuando nota que no es amado y lo mismo ocurre con el adulto. La causa principal del sentimiento de inferioridad, entonces, debe ser buscado en la relación del Yo con el superyó, puesto que dicho sentimiento, al igual que el sentimiento de culpa, refleja la tensión entre ambos” (Nuevas conferencias de introd. al psicoanálisis).
De Gaulejac plantea que si bien es posible considerar que todo conflicto psicológico es mediatizado por el funcionamiento del aparato psíquico, no por ello las causas pueden buscarse exclusivamente en las tensiones entre dichas instancias. Un niño que sufre la humillación de la pobreza frente a sus compañeros de escuela, se ve confrontado con una inferioridad objetiva frente a la cual podrá reaccionar subjetivamente de múltiples formas, especialmente si ha vivenciado la sensación de no haber sido amado o deseado o si considera no estar a la altura de las aspiraciones parentales; en estos casos, los factores psíquicos amplificarán el sentimiento de inferioridad.
También juega un rol importante la forma en que los padres se ubiquen ante las diferencias sociales. Si ellos tienen una postura de resignación, participan de su propia invalidación, internalizan la humillación ligada a la imagen negativa de su posición social, será probable que el niño, por identificación, internalice también el sentimiento de inferioridad. En cambio si los padres no aceptan pasivamente las secuelas de los mecanismos de dominación, evitando funcionar a partir de una lógica de superioridad– inferioridad, el niño aprenderá a diferenciar lo que se relaciona con el estatus social de sus padres y aquello que se relaciona con el estatus afectivo, con su identidad sexual y con su posición narcisista. El niño podría en este caso, instaurar una identificación positiva con sus padres, sin resignarse por ello a reproducir su posición social.
Se delimitan entonces dos niveles de realidad diferentes (social y psíquica) que funcionan según lógicas distintas: la lógica de la dominación social y del poder, para la primera y la lógica del deseo y del amor para la segunda, pero que se internalizan y se influyen recíprocamente. De Gaulejac plantea que es la interacción entre las “raíces eróticas” y las “raíces sociales”, lo que en la neurosis de clase explica el desarrollo del sentimiento de inferioridad.
Desde el marco teórico de la sociología clínica articulado con el psicoanálisis, la desvalorización narcisista que surge en el discurso de algunos pacientes, puede provenir de dos fuentes diferentes o bien de una que reactualiza la otra. De este modo, un niño al que su medio social, escuela, pares, le devuelve una imagen cargada de connotaciones descalificadoras, tenderá a producir una imagen desvalorizada de sí, una desvalorización narcisista que se nutrirá de la desvalorización social.
Silvia Pérez Fonticiella – Mario A. Valdez
(*) Extracto del libro de los autores : “La Clínica Psicopedagógica como laboratorio de investigación social” de próxima publicación.
SOCIEDAD INDIVIDUALISTA Y SENSACIÓN DE DESAMPARO
¿Cómo sobreviven la identidad y los lazos sociales en esta turbulencia?
La problemática del desplazamiento social en las sociedades actuales, se encuentra vinculada al desarrollo del individualismo, entre otros factores. Este fenómeno sería poco factible en una sociedad de tipo holística, tipo que por su concepción entiende a la sociedad como un todo ordenado en donde a cada individuo le es asignado un lugar determinado y una trayectoria organizada “a priori”. Por lo tanto, no se da lugar a una distancia entre el lugar en el cual se está posicionado y la identificación subjetiva con el mismo, despojando de sentido la noción misma de individuo. En este tipo de organización social, es la ley la encargada de sostener el orden de los lugares, de dictar los límites, prohibiciones y sobre todo, un sistema de clasificación que ajusta a cada individuo a un lugar determinado, situación que brinda al sujeto puntos de referencia para situarse en relación a los demás.
Contrariamente a las sociedades con organización de tipo holística, las sociedades individualistas valorizan la evolución individual, resaltando los valores de libertad e igualdad y por lo tanto, da lugar a la posibilidad del desplazamiento social. De esta estructura surge un individuo capaz de distanciarse respecto a su posición social, en busca de autonomía con relación a su estatus dentro de su comunidad.
Las sociedades modernas se caracterizan por una concepción de movimiento que confronta al individuo con la posibilidad de distanciarse de la posición heredada, lo que dará lugar a ciertos conflictos de identidad, producto del desplazamiento social. Por su parte, en las sociedades individualistas es la pluralidad de determinismos sociales la que genera la posibilidad de un “desorden”, que permite al individuo realizar un trabajo de ajuste/desajuste de los distintos lugares sociales que podría reivindicar para sí. Esos determinismos constituyen el marco de la identidad del individuo, pero un marco con límites móviles que generan una zona de indeterminación que lo confronta con un universo social fragmentado, obligándolo así a buscar dentro de sí una cierta unidad identitaria que el orden social ya no le ofrece.
Debe entenderse la identidad como el conjunto de objetos y personas tomado como soporte de identificación, tanto en el pasado como en el presente. Pero es precisamente esa multiplicidad de identificaciones la que le confiere al individuo su singularidad.
Gérard Mendel reconoce tres tipos de individuo: “El individuo psico-familiar, que abarca la personalidad formada durante la infancia dentro de una familia y que tiende a repetir en su vida social las relaciones de origen”. El individuo de pertenencia, (nacional, profesional, política, religiosa), representa al sujeto fragmentado en pertenencias especializadas. El individuo sin pertenencia, el que surge a partir del desarrollo del capitalismo, procura una armonía interior y busca su identidad a través de una ilusión narcisista de completud, mediante la intención de escapar a toda pertenencia. De Gaulejac considera que la búsqueda de lo narcisista y la ideología de la realización de sí mismo, son efectos del desplazamiento generados por el capitalismo.
Si actualmente no se puede sostener una visión unitaria del individuo, no es porque esté fragmentado en distintas partes de sí mismo, sino que como instancia histórica cristaliza de manera individual la historia de su grupo social, dando cuenta de que la no pertenencia es en realidad un desplazamiento hacia la inadaptación respecto a su pertenencia de origen. Por su parte las sociedades actuales se caracterizan por la confrontación entre el desarrollo de la socialización y el de la individualización. Por un lado existe una interdependencia de los individuos entre sí, con la aparición de redes cada vez más complejas, que organizan la vida social. Por otro lado, se manifiesta cierta autonomía de la persona con respecto a su posición social de origen, que se expresa como la necesidad de posicionarse dentro de las distintas redes sociales. La movilidad coyuntural del lugar que ocupa el individuo en la estructura social, lo lleva a confrontar entre la fidelidad a las identificaciones de la infancia y la necesidad de cuestionarlas para adaptarse a nuevas condiciones de existencia. Es decir que existe un conflicto entre la identidad heredada y la identidad adquirida.
Devereux (1982) considera que la identidad es el producto de un acomodamiento y una yuxtaposición de elementos heterogéneos; los conflictos devienen, entonces, cuando entre esos elementos se producen contradicciones sin que el individuo pueda encontrar la manera de que estos coexistan. Dice el autor:
La identidad resulta de una combinación planificada y fortuita a la vez, cuyas posibilidades y alcance están limitados, tanto por la naturaleza del proyecto como por el material del cual dispone, y del que explota las posibilidades con mayor o menor éxito.
Los conflictos como consecuencia de los desplazamientos sociales también pueden ser evidentes dentro del mismo grupo familiar, condicionando las relaciones entre los distintos linajes. Un conflicto típico es el que se produce entre la identidad heredada de los padres, que no han tenido estudios secundarios o superiores, y la identidad adquirida por los hijos a través de un trayecto de estudios superior, que los han llevado a convertirse en profesionales. Patrones comunes que atraviesan estos casos de promoción social, se refieren a sentimientos de culpa ligados a la distancia con el medio de origen, sentimiento de orgullo por haberlo logrado, reconocimiento de una deuda para con sus ascendientes, aislamiento social, sentimiento de extranjerización.
El peso del proyecto parental hace que el niño pierda espontaneidad para darle forma a su nueva personalidad intelectual, aquella que le permita cumplir las exigencias escolares y la satisfacción fantaseada de los deseos parentales. Esta marca puede hacer balancear al sujeto entre el orgullo y la falta de confianza en sí mismo, la fascinación de sus logros y el temor al fracaso, el deseo de progresar y la culpa por romper y superar sus vínculos de clase. La distancia social se produce como consecuencia de un cambio de habitus y reactiva la ambivalencia, provoca malentendidos y alimenta culpas. El habitus, en tanto sistema de disposición coherente y homogéneo estructurado por la posición de clase, tal como lo entiende Bourdieu, se encuentra cada vez más fragmentado a medida que aumenta la movilidad estructural.
Por su parte, de Gaulejac sostiene que el posicionamiento se convierte en un desafío existencial fundamental que determina las decisiones y elecciones afectivas, profesionales e ideológicas. En la actualidad, el grupo social de pertenencia cederá lugar a las distintas organizaciones con respecto a la función de reglamentar, regular y condicionar la autonomía del individuo. A partir del momento en que el posicionamiento social ya no depende de un orden meta-social, se torna posible cambiar de clase o ser desclasado. Por lo tanto, el orden de los lugares es cambiante y los sucesivos desplazamientos que son impuestos al individuo por la historia social, la historia familiar y la historia de las organizaciones, lo confrontan con un trabajo identitario de ajuste permanente. En consecuencia, es posible entender la constitución de la identidad como un proceso complejo, dinámico y conflictivo. Respecto de dicho proceso, Devereux distingue lo que es específico de la psiquis, la idiosincrasia, lo que abarca la idea de mí mismo y la personalidad étnica, la que no se constituye en los estadios pre-genitales, sino durante el período edípico y la época de los objetos totales, que funcionan como mediadores de lo socio-cultural.
En consecuencia, la adquisición de la identidad no es una construcción lineal sino dialéctica de la relación sujeto-objeto. El sujeto necesita, para constituirse, un proceso de destrucción con respecto a quienes fundaron su existencia. La relación con los progenitores no se reduce a aspectos psíquicos, sino que debe ser considerada también como una relación social, dando cuenta de que, como plantea F. Héritier: “la identidad del individuo sólo puede venirle del exterior, es decir, de la sociedad”. Por lo tanto, existe una noción de encrucijada multidimensional, la que manifiesta las distintas aristas que constituyen la personalidad de un individuo.
Prof. Lic. Neuropsic. Silvia Pérez Fonticiella
Prof. Lic. Mario Valdez
Psicopedagogía Clínica
Sociología Clínica